Todo lo contrario. El hecho de que nuestros hijos e hijas vean que sabemos disculparnos, que vean que nos damos cuenta de que no lo hacemos todo de la manera perfecta y que somos capaces de reconocerlo, disculparnos y pedir perdón, les está enseñando una lección muy importante. Disculpándonos nos estamos haciendo responsables de nuestros actos, así podremos pedir los mismo de los demás. Es una forma de valorar los sentimientos del resto de la familia, de hacerse cargo de la responsabilidad de tu conducta, de empatizar con el prógimo ... todo esto nos acerca más a nivel familiar generando un mayor clima de seguridad, respeto y confianza.