Ovejas por una vía pecuaria de La Rioja

Las vías pecuarias constituyen una red de caminos milenarios que han albergado el paso del ganado ibérico a lo largo de los siglos y que han constituido el verdadero fundamento infraestructural de la trashumancia castellana que se desarrolló a lo largo de la Edad Media.

Los ecosistemas mediterráneos se caracterizan por una marcada estacionalidad climática, con fuertes contrastes entre invierno y verano en los valles y montañas. Así, durante la época estival, los prados de las zonas más bajas están agostados, mientras que los de las áreas de montaña se encuentran en plena producción. En invierno, por el contrario, los pastos de montaña están cubiertos de nieve y en parón vegetativo, mientras que los de las zonas bajas tienen buena producción, gracias a temperaturas moderadas y mayor humedad.

Es indudable la importancia económica y social que durante siglos revistió la trashumancia de cuya trascendencia es prueba elocuente el apoyo prestado por los monarcas a esta actividad desde la Baja Edad Media que crearon y ampararon a las nacientes agrupaciones pastoriles. Con el tiempo se convirtieron en poderosos gremios, cuyo ejemplo más significativo es el Honrado Concejo de la Mesta, a cuyo amparo los ganados aprovechaban pastizales complementarios, gracias a sus desplazamientos periódicos por cañadas reales y otras vías pecuarias. Todo ello hizo posible en la Edad Moderna el desarrollo de un potente mercado lanero de resonancia internacional.

Estas calzadas pecuarias serpentean por la mayor parte de las regiones españolas a lo largo de cien mil kilómetros. En La Rioja la red de vías pecuarias alcanza una longitud de 2.386 km.

Hoy en día las vías pecuarias además de su tradicional vocación ganadera con favorables repercusiones en el aprovechamiento de pastizales y las preservación de las razas autóctonas, constituyen un entramado de caminos que comunican entre sí los espacios naturales existentes en la región.