Cuando nuestros hijos o hijas nos reclaman, da igual la edad que tengan, lo importante es que tengan la seguridad de que vamos a estar ahí para ayudarles. Es cuestión de empatía. Debemos imaginarnos cómo nos sentiríamos nosotros o nosotras si por las noches, por la razón que fuera nos sintiésemos mal, por estrés, ansiedad, algún tipo de dolor… y le dijéramos a nuestra pareja que nos ayudase, nos escuchase o nos diese un abrazo y que por sistema nos lo negase. Aparte de sentirnos mal dejaríamos de confiar en nuestra pareja. Pues eso mismo les pasa a nuestros hijos e hijas cuando nos llaman y no les hacemos caso, que terminan pensando que sus miedos, inseguridades nocturnas o lo que sea que les esté inquietando… no nos importan, y así solo conseguiremos que pierdan la confianza en nosotros/as. Simplemente tenemos que darles tiempo a que maduren un poco más.